La extraña sensación de venirse arriba en el cardiólogo

Un día como hoy, puede pasarte que tengas una prueba médica. Como llevas madrugando toda la semana, ya no sabes si ponerte el antiojeras con rodillo o ir con antifaz, aún así te pones rimmel para maquear algo esa cara de sueño que te vas a llevar al hospital. Cuando llegas a la sala de espera, puede ocurrirte que no encuentras asiento porque están todos ocupados por gente de tercera o cuarta edad en concreto. Probablemente, observes a esas personas, unos se duermen, otros tratan de despegarse el caramelo del paladar, otros debaten sobre lo mal que está el país y como no, se hallan los ilustres boicoteadores del sistema sanitario público. Mientras esperas apoyada en una columna sobre la que te vas a dormir, van saliendo médicos a puntito de jubilarse para llamar a sus pacientes. Para no aburrirte, te pondrás a revisar washapp. Todo parecerá irte normal hasta que de repente una voz joven pronuncia tu nombre y tus apellidos. Levantas la vista y ahí está, un apuesto médico de ojos azules, alto, con barbita, camisa de cuadros, con cara de ir al primavera sound y con el que piensas que vuestros hijos serían jodidamente guapos. Titubeando un: «Sí soy yo» te darás cuenta de que es una prueba en la que tienes que quedarte en pelotas. BRAVO. Pasarás a la sala y ese hombre te dirá: Desnúdate y quedate solo con las braguitas. ¡Así! ¡sin pedirte el teléfono ni nada! Se va de la consulta para dejar que te desvistas. Ese es el tiempo en el que revisaras que no tienes ningún pelito, que hueles bien… En fin, compruebas que a pesar de tener cara de ciborg dormido, lo demás está correcto. Y abre la puerta. Todo transcurrirá con la profesionalidad pertinente hasta que tu gilipollez innata vuelve a tu mente y en vez de decir ventriculo, le dices que tienes un «ventrilocuo»…Cuando se ríe de ti y está pensando que eres una anormal en camilla vuelve la gilipollez innata ahora aumentada por el nerviosismo y cuando te hace daño en la teta y te dice: -Perdona, tengo que apretarte un poco y sé que es molesto. No se te ocurrirá otra cosa que contestarle – TRANQUILO, ESTOY ACOSTUMBRADA. Cuando hayas terminado la frase que acabas de decir se te caerá el mundo encima y corriendo dirás: Me refiero a la prueba!!! A la prueba!! Que estoy acostumbrada a las pruebas ya!!! No a que me aprieten las tet…digo los pechos!!! Los pechos!!! El pobre médico, tendrá que parar el aparato porque no puede parar de reirse, ahora sí que pensará que eres anormal y que necesitas ya el carnet. Él riendo y tu estarás en pelotas, en una camilla y pensando en que no abrirás la boca en un mes. Moraleja: No pienses nunca que el médico que te va a revisar está a punto de jubilarse. Hay jóvenes en interesantes promesas de la medicina 🙂 (PD: esto me lo han contado!!! Le ha pasado a una amiga de una amiga de una amiga….. Jajajajajaja a una chica cuyo nombre se escribe sin h)
Autora: Elena Sinache 

 

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