Carta: La Tinta

¿Sabes Vida? Llevábamos mucho tiempo pensando en tatuarnos ella y yo algo que simbolizara nuestra conexión. Desde que nos conocimos siempre pensamos que había unos hilos intraplanetarios que nos unían en todo, tanto en lo bueno como en lo malo pero a mi siempre me había dado miedo esos sitios con agujas y paredes llenas de láminas con rosas y calaveras sangrientas.
Ella ya me había demostrado miles de veces lo que era capaz de hacer por mi pero tras pasar dos años realmente duros con situaciones al límite, ella en ningún momento me falló y comprobé aún más el significado de nuestra amistad. Ella siempre estaba ahí incluso sin llamarla. Ella intuía mi estado y mi necesidad. Ella es cósmica. Por esta razón y porque por motivos laborales nos tuvimos que separar, fui poco a poco cambiando de parecer. Después de mantener una larga conversación y un intercambio de ideas decidimos que la mejor opción era ponernos una frase que tuviera sentido y continuidad cuando juntáramos nuestra piel. Y así hicimos. Nos escribimos con tinta y sangre algo que nos había motivado en los últimos tiempos: “No dejes nada por vivir, no dejes nada por amar”
Esta frase simboliza la fuerza bruta que hemos tenido que sacar desde lo más hondo de nuestro alma ante muchas cosas que tanto ella como yo nos había tocado vivir. Yo tenía claro esa simbología. Me fascinaba que detrás de esas frases se almacenaran tantos momentos de valentía pero como de una señal del pasado se tratara me hice más consciente  de  ello cuando el tatuador me hizo la siguiente pregunta:

-¿Y esas marcas? ¿son puntos tatuados?
-Sí, tengo tatuajes obligados.

Oh. Bienvenidos a mi cabeza recuerdos, os dejo que estéis en mi mente de paseo pero que pronto os vayáis para dejar sitio a mis nuevas construcciones de vida.
En ese preciso instante caí en la cuenta de que me había pasado años mintiendo cuando me preguntaban si tenía tatuajes ¡Sí los tenía! Unos puntos tatuados de apariencia insignificante pero que reflejaban lo desgraciada que puede ser una chica de 17 años a la que diagnostican un cáncer generalmente sufrido por hombres a partir de los 21 años. Olé qué puntería. Esas marcas tatuadas reflejaban: la cara de preocupación de mi familia, la graduación del instituto que me perdí, el 18 cumpleaños que pasé ingresada, el regalo que tiré a la cara a mi pareja rabiosamente el día de nuestro aniversario por no poder levantarme de la cama, la selectividad que aprobé con más preocupación de no desvanecerme del dolor que de los nervios de los exámenes, el comienzo de universidad con pañuelos de colores en la cabeza para ocultar mi falta de pelo por la quimioterapia, mis años de locura perdidos porque no podía estar en lugares con humo y con agobio de gente…
¡Qué curioso! Había estado mintiendo toda mi vida de que no tenía tatuajes y estaba llena de puntos a los que se iba a sumar ahora una frase en un costado que indicaba “No dejes nada por vivir, no dejes nada por amar” !

A los 10 años de superar ese cáncer , otro con más rabia y saña se llevó al hombre  con la nariz más bonita del mundo y que me hizo olvidar el significado los puntos. ¡Vaya! Él me los había borrado a besos y ahora que no estaba… ¡se ven de nuevo! Él se fue y yo me quedé dentro. ¿Hay derecho? No hay que ponerse a juzgar, hay que seguir reinventando maneras de vivir todo por los que no pueden y de amarlo todo por los que perdían el sentido con una sonrisa.
¡Qué curiosa eres vida que de la tinta te vienen momentos a la cabeza!

Volved a vuestro sitio recuerdos, que ahora, a ELLA y a mi, nos toca vivir.

A mi persona, Nuria.
E.SH