Sueño y Pesadilla

Sueño y pesadilla
No me dejes caer. Quiero acompañarte volando por el cielo, sin parar de mirar hacia abajo en todo momento. Quiero ser consciente de la altura a la que vamos, a la que viajamos. Me elevas, me llevas hasta lo más alto, y lo haces sin que te lo pida. ¿Por qué? No me parece justo, yo no puedo compensarte por haber hecho esto por mí.

Es complicado hablar de lo nuestro, principalmente porque no deberíamos de utilizar ningún posesivo. No es “nuestro”, porque realmente no llega a ser. Algo carente de existencia pero potente en esencia, que no viene a ser lo mismo que una esencia en potencia. Por lo tanto te explico, te digo, me remito a mis pruebas, y afirmo de tus dudas, de mis señales y de las trampas que nos han sido asignadas por el destino.
Me dijiste que uniese los puntos del mapa que me llevarían hacia ti, y, sin embargo, lo único que he conseguido entender es que los únicos puntos que deseo unir son los lunares que se acuestan en tu espalda cada vez que me la das.

En algún lugar podremos mirarnos a los ojos, siendo conscientes de que quizás, y solo quizás, una vez fuimos el uno para el otro.
En algún otro lugar podremos mirarnos a los ojos, con la realidad ante nuestra propia consciencia, dejándonos ver que nunca fuimos el uno para el otro.
Pero en cualquier lugar, podremos.
Podremos, como no pudimos, y como no podemos.
La fuerza de la gravedad ejerce un poder superior sobre nuestros cuerpos y los atrae hacia un mismo núcleo, pero en ningún momento pensé tropezarme contigo en mi camino hacia el suelo.

Esos profundos ojos de mirada insostenible me quieren decir algo, pero no entiendo cuál puede ser la finalidad, y mucho menos el origen. Así es, por tanto, como te convertí en problema.

Me susurrabas “no me dejes ir jamás”
“Jamás”

Ahí es cuando debí rechazar cualquier futuro en potencia, en esencia, o en propia realidad. Pues la única verdad de tus mentiras llegó a alcanzar la cima de mis sueños.

Tú, que fuiste sueño, y ahora eres pesadilla.

Relato·Retazo: Sergei Stendhal                                                                  Ilustración: Elena Sinache